LA VOZ QUE SIEMPRE
QUISE -16
Tendréis a vuestro lado, llorándoos un perro,
junto a los ataúdes donde estéis enterrados,
desde la soledad de no tener a nadie,
por no haber
sembrado ni humanidad ni amor
entre aquellos hermanos que antes despreciasteis.
También vuestros tesoros temiendo las caricias
por seguir en aumento, pero se habrán perdido las
sonrisas,
los tiempos de poder engendrar la bondad en los hijos,
las lágrimas se secan en adioses de ellos,
llegándoles el tiempo de buscar el amor que no es como
el nuestro
manchándoos de barro, vuestras manos de lodo
del Oro y de la plata caso de haber podido pensar en lontananzas
sonando voces blancas en riberas del alma.
Se florece esta ausencia al paso de los años
como sangre dormida clavada en vuestras sienes,
de ideas
transparentes, borrándose el pasado,
futuros y presentes, como borra la mar orillas
inservibles
con esa soledad que se duerme en las calas de costas
solitarias.
Mis paisajes son como conchas de nácar,
nubes allá en la niebla ocultando la culpa
que nunca dio ternura, colinas que se ausentan
si las miras de frente, llanuras y caminos
escondiéndose al aire de una mirada fría,
descalza de razones
que traían recuerdos
de los amores muertos, de la niñez pasada, fugitiva,
ensayando en los ojos la roca de una lágrima,
témpanos destilados de vinagre nacidos desde un sueño
inoculado al alma, liberando los sueños entre telas de
arañas.
Hoy he vuelto poesía
consejos de guadaña,
me he abrigado a tiempo para irme al jardín,
el invierno se viene
rompiendo las orejas,
las crines de los cuatro jinetes del apocalipsis,
que hace tanto que vienen subidos en el fuego
en las cuatro catástrofes que no desaparecen
desde que el hombre fuera enemigo de Dios.
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