LA VOZ QUE
SIEMPRE QUISE – 30 –
La voz que
siempre quise es un insulto
mientras sangra
indolente la libertad perdida,
así como fue
la mirada al futuro de aquel
extraterrestre
que trajo ambrosias
soñando amaneceres
desde la
libertad de las tierras que amé en tu piel sobre el campo,
en vuelo de
cigüeña sobre aquel campanario donde tañen campanas
cuando canta mi
piel uniéndose a tu grama.
Puede dormir tranquilo el mundo y sus secuelas,
no voy a morir más, ni aunque claven espuelas
en valles y montañas para comer entrañas de las viejas batallas,
o sustenten algunos el hambre de violencias.
Mi nombre está en vosotros desde que fuisteis hombres
mi nombre es transparente y un tesoro por siempre
con los ojos abiertos, regalando en las manos
la tierra que pisáis siendo el barro y las piedras
y temprana la sangre en deuda de una raza.
Hubiera sido un pago perfecto entre el amor y hormigas
dejando a las cigarras perdiendo su color poco a poco
sin importar riquezas muriéndose al invierno,
ser junto a mis ovejas como cientos de muertos
bajo esos ramajes, los que piso a diario,
para mi me guardo los pies con los que piso
el lodo de la vida que se ampara a mis brazos
con esos algodones
que me hacen llorar.
Se me llevan los sueños, mis costumbres, mi lengua,
aquellos viejos
tiempos cuando dormían en mi
la alegría de un pueblo, aquella algarabía
gozando de riquezas
de rozarnos las alas,
en colchas de alabastro, el colchón en la tierra
epitafios de raso, rojos lazos de seda blanca ensangrentada,
un adiós, un hasta siempre y un te quiero en cenefas.
Se fueron separando
las tribus entre varias especies
sin saber ser regalo, sin querer tropezar ni escoger
la montaña
lavándose las manos, no querer defenderse de enemigo
cualquiera
reposando la espada que defiende la cueva.
Sé la voz que deseo, la de la piel de toro que
configura el cielo,
ese donde descansa
nuestra historia por siempre,
como sangre dormida clavada en nuestras sienes,
aunque fuera un invento la tierra donde vivo
yo la defiendo igual que se defienden del ataque los perros,
cuando se adentra el pánico o los rodea el fuego.
Todos somos culpables por querer hacer ley los horrores
ajenos
llevando a los engaños a quien os alimenta con sudor y
trabajo
que les brota del alma, no se por que letargo o cual
adormidera
se os han ido entregando las riendas de las piedras,
de genes,
de dragones, de glaciares, de hiedras, olvidándose
rumbos, anhelos,
olvidando también que somos como plumas que se unen a
tierra
huyéndonos del cuerpo, de aquellas enseñanzas para
evitar las trampas,
para olvidar los sueños.
La voz que nos abraza es un sueño de ideas traídas de
verdades,
como el canto de un ave o el graznido de cuervos,
son voces fugaces, gritos de universos, son gotas de
lluvia,
vidas deshaciéndose que se están muriendo en sombras y
en añicos
trozos de poemas de unas ramas rotas por el
desaliento,
nunca preguntéis ¿Cuántos sentimientos rompen sus
cristales?
¿Cómo los desiertos ansían cataratas? Y vuelves los
ojos a la piedra en pila
que sirvió de entrada a las falsedades que nos
malvendieron.
La sombra recuerda todas las esquinas, y la voz que quise
la veis en el aire, la oís en las aguas y sirven de
espejo
y con sus reflejos soñáis esos sueños que allá se
escribieron
desde los alientos regados de orgullo en las soñolientas
y grises auroras, donde soledades nacen en las horas
al calor de venas y al brillo de arenas en flor en
superficie
y esos desencuentros cuando se recuerdan
el viento que empuja tu boca y la mía a unirse en un
beso.
Esa voz que tengo ya no se imagina durmiendo contigo
ni escuchar consejos ni el agua en los ríos, se limpia
los ojos
descubriendo un niño que cambio en el tiempo perdido
en olvidos
buscando una voz, la que siempre quiso entregar umbrales
a honores perdidos por esos felones los del egoísmo
ahogando sonrisas entre las ofensas por un latrocinio bajo cementerios
y aun se alimentan de las ironías, cerrando las bocas de
aquellos que han
ido devorando a hombres por licantropía llenando sus
venas de sangre
de otros, eructando muertes que ellos denominan
derechos adverso de la economía.
La voz que siempre quise, la quise sentir como nuestra
lucha
por esa venida a
este planeta de la raza humana,
sentir como una
lucha casi apresurada,
no sirvió de nada cuando nos hablamos como en un tumulto
todos a la vez,
sordos estaban todos, sordo estaba el mundo.
Quite vestiduras,
me puse las mías, entré en mi nave y salí de allá,
la tercera vez
daremos amor a otras alimañas,
esta que fue el hombre fue como guadaña para
este planeta azul
al que estos
animales semiinteligentes lo llamaron tierra.
Chema Muñoz©
Pagina Principal Aqui