jueves, 30 de diciembre de 2021

LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE 20

 

LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE – 20 –

 

La voz que siempre quise no es mi voz, ni la tuya,

ni siquiera el resquicio del graznido de un cuervo,

ni risa de una hiena, ni el quebradizo ruido de una rama reseca.

 

Mi voz son esos cantos de las gotas de lluvia

llorando en un quebranto por no llorar en selvas

que estamos  deshaciendo, arruinando las vidas

que están muriendo al fuego por manos de un demonio.

 

Mi voz es testimonio  de los que fueron antes,

de los que somos hoy y de los venideros,

es la voz de pedazos de tierra  al desaliento,

de sombras, de recuerdos de marcas de ternura,

de los que  se han marchado dejando en sus balcones

banderas y el acento de la muerte en las manos

de un cobarde furtivo con la sangre en sus manos,

con su flecha en el alma del gozo hecho añicos.

 

No me preguntéis cuantas voces, ni cuantas palabras

caben en mi voz, se ensamblan en ella logros sin  destreza,

gritos de victoria y todo el material para un poema.

 

No me preguntéis cuantos sentimientos

ni cuantos lamentos rondan mi cabeza,

se apagan las  horas de  nuestra nostalgia

y se enciende versos dentro de las manos,

cada mañana es una catarata desde las llamadas

de poetas muertos desde los desiertos,

luces que se apagan y se encienden besos en las almohadas,

juego a la pelota con las mil palabras que me picotean 

casi a contratiempo por no tener tiempo de gritarlas todas,

y se vuelven turbias como aquellas nubes

puestas a secar en el tendedero que  puso mi madre

para desnudar la pila de piedra.

 

Me grita la hiedra por querer la voz  alta como las montañas

y las musarañas me piden consejo de donde esconderse

cuando cae la lluvia por sus entrecejos.

 

La brújula pide donde le escondieron nortes y arco-iris,

por donde se fueron  aguas y esos vientos que no son del pueblo

que no arrastran ya ni te llevan más hacia ningún puerto.

 

Pero grita el alma otra vez de nuevo desgarrando el tiempo,

esa libertad que él mimo se lleva como en un relámpago

a pesar de todo y a pesar del sol.

 

La sombra adelanta  tras de las esquinas 

el terror que cuelga desde los barrotes,

desde las letrinas del  trozo de celda que me corresponde,

se oyen los pasos ensordecedores  sobre el pavimento

y no oigo mi voz cantando el lamento que cantan los dioses,

desde sus estadios suena la campana, llega ya la noche

y mi voz se calla, quiero oír sirenas allá en los silencios

desde las espumas del mar en su orilla llorándole al viento.

 

El sabor a sal dentro de mi boca  me corta el aliento

la piel se transforma en corteza de árboles enterrando muertos

con su propia piel, con los pies descalzos, se viene el otoño

y el cañaveral me sirve de cuna para descansar.

Y la voz que quise la veis en los campos e imanta fantasmas

Que son como andrajos  dentro del camino,

como la sorpresa de  estar en reflejos de ese espejismo

que muere en la espalda por el peso en años

y el suspiro triste casi soñoliento envuelto en olvido.

 

La voz que siempre quise recogió mi libro,

mi fusil, mi aliento, mi orgullo, mi historia,

se nació en mi estirpe, morirá conmigo.

  

Chema Muñoz ©

 

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