jueves, 30 de diciembre de 2021

LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE 19

 

LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE – 19 –

 

Los sueños son ideas traídas de verdades,

deseos inalcanzados, quizá inalcanzables,

sonidos que se pierden en los ecos de oboes 

lejos en los desiertos, cantos de las gargantas,

espejismos perdidos por todos los paisajes

que imaginamos cerca de conseguir las riendas

de dominar al mundo.

 

El mundo no será nunca nuestro

tiene su propio ritmo, por más que le impongamos

nuestro propio criterio, lleva la delantera,

no espera nuestro paso, sus andenes comienzan

si terminan  los nuestro, el mundo está en la meta

mientras somos nosotros empezando muy tarde

el camino, que ya el mundo lo termina antes de haber nacido.

 

El mundo se auto crea sin pedirnos permiso

se concentra en sus ciclos, en sus pieles, sus lunas,

sus mareas, sus truenos y limpia sus planicies,

se columpia en el viento, y se vuelve rasante

juntándose a un sunami para lavar la cara,  

para empezar de nuevo y cambiar de fragancia,

de habitantes, cambiando de respeto por ese abrazo limpio

que siempre nos ofrece.

 

Que estúpido es el hombre ¿Rey de qué?  ¿De todo lo creado?

no hemos sido creados sino un experimento

de unión con ese resto de todo lo creado,

somos solo ese engendro tan solo un accidente

la mezcla de otra especie  que debiera haber sido ¡el rey de lo creado!

 

Se nos vienen al cielo acercando las manos 

esos que abandonaron la estupidez del hombre 

desde aquel accidente que solo fuera un fallo

por desear la bondad, un ser que continuara la luz de la creación,

pero nació sin ojos, sin amor, con el odio  que nace

el alma de serpientes, con deseos de devorar todo lo que naciese

sin mirar para atrás hasta la destrucción del suelo que pisaran.

 

Dímelo ahora cuando has desnudado la verdad cautiva

y navega ahora libre por  alabastros de pirámides muertas,

enterrados allí los que vinieron antes para decir lo mismo

que se te dice ahora.

 

Dímelo ahora cuando fuiste ilusión  a hombros de fugaces

seres distintos a tu estirpe, que arrojaron simientes

en este planeta inocuo para crear  jardines que nos alimentara n.

 

Has querido volver a ser como luzbel, la luz  que acrisolara

más luz que la de tu creador, que ni se puso nombre por no sentirse

el Dios que siempre te has creído y solo eres escoria  de la lava de amor

de todo este universo del que seremos y somos cada uno un poco

de todo este todo al que llamamos Dios.

Chema Muñoz ©

 

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