LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE – 19 –
Los sueños son ideas traídas de verdades,
deseos inalcanzados, quizá inalcanzables,
sonidos que se pierden en los ecos de oboes
lejos en los desiertos, cantos de las gargantas,
espejismos perdidos por todos los paisajes
que imaginamos cerca de conseguir las riendas
de dominar al mundo.
El mundo no será nunca nuestro
tiene su propio ritmo, por más que le impongamos
nuestro propio criterio, lleva la delantera,
no espera nuestro paso, sus andenes comienzan
si terminan los
nuestro, el mundo está en la meta
mientras somos nosotros empezando muy tarde
el camino, que ya el mundo lo termina antes de haber
nacido.
El mundo se auto crea sin pedirnos permiso
se concentra en sus ciclos, en sus pieles, sus lunas,
sus mareas, sus truenos y limpia sus planicies,
se columpia en el viento, y se vuelve rasante
juntándose a un sunami para lavar la cara,
para empezar de nuevo y cambiar de fragancia,
de habitantes, cambiando de respeto por ese abrazo
limpio
que siempre nos ofrece.
Que estúpido es el hombre ¿Rey de qué? ¿De todo lo creado?
no hemos sido creados sino un experimento
de unión con ese resto de todo lo creado,
somos solo ese engendro tan solo un accidente
la mezcla de otra especie que debiera haber sido ¡el rey de lo creado!
Se nos vienen al cielo acercando las manos
esos que abandonaron la estupidez del hombre
desde aquel accidente que solo fuera un fallo
por desear la bondad, un ser que continuara la luz de
la creación,
pero nació sin ojos, sin amor, con el odio que nace
el alma de serpientes, con deseos de devorar todo lo
que naciese
sin mirar para atrás hasta la destrucción del suelo
que pisaran.
Dímelo ahora cuando has desnudado la verdad cautiva
y navega ahora libre por alabastros de pirámides muertas,
enterrados allí los que vinieron antes para decir lo
mismo
que se te dice ahora.
Dímelo ahora cuando fuiste ilusión a hombros de fugaces
seres distintos a tu estirpe, que arrojaron simientes
en este planeta inocuo para crear jardines que nos alimentara n.
Has querido volver a ser como luzbel, la luz que acrisolara
más luz que la de tu creador, que ni se puso nombre
por no sentirse
el Dios que siempre te has creído y solo eres
escoria de la lava de amor
de todo este universo del que seremos y somos cada uno
un poco
de todo este todo al que llamamos Dios.
Chema Muñoz ©
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