sábado, 22 de enero de 2022

     

   

LA VOZ QUE SIEMPRE QUISE – 26 –

 

Tengo en la mano un Dios que  muere y nace cada plenilunio,

que vive y dibuja  entre los silencios  gritos de colores,

tarde de alegrías y  tristezas cuando el día muere,

y se va perdiendo la luz al nacer los sueños.

 

Tengo en mi voz  la cuesta invisible de una voz oculta,

de un alma viajera, que vive donde nadie quiere,

que muere donde nadie espera.

 

Es esa voz loca como los preludios huérfanos de ideas

que se van perdiendo sin dejar la huella sobre los caminos,

sin mostrar razones entre los racimos de horas perdidas,

entre acantilados donde la vergüenza  confunde el perdón

con las ilusiones de un mundo pequeño detrás de una máscara,

delante de un ceño de rabia y vacíos acunando el frio que da el abandono.

 

Ahora, viven  lejos esas voces solo en el recuerdo,

Aunque   me hacen daño recordar la ausencia,

esa parsimonia desde haber nacido

hasta hacerte un hombre en la soledad

cubriéndote el tiempo, buscando verdades,

ternura en las manos, deseando un beso

perdido entre hermanos que sumaban días como en un rebaño.

 

El miedo al futuro, esa oscuridad al ¿Qué será de mí si me quedo solo

antes de ser hombre sin saber amar, de morirme antes de hacer el amor?

de serme sin hijos  en la despedida, reclinar mi historia en la soledad

y esa oscuridad tétrica, helada, de un pobre epitafio deseado antes

para darle luz a las alegrías, tapando la boca a las ironías,

abrazando al fin toda libertad.

 

Chema Muñoz ©

 

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